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Hidalgo no imaginó la inmensa repercusión de sus actos en la historia de México, menos aún previó la leyenda y el mito que rodearían su nombre, al amanecer del 30 de julio de 1811 fue ejecutado, su vida llegó a su fin, así comenzó la leyenda.
Hidalgo se convirtió en el líder de una revolución de complejos componentes étnicos, agrarios, políticos y religiosos, cuyo fin último justificaba la violencia que estaba a punto de tolerar, ese fin último era la independencia del reino.
Morelos ocupa el honroso segundo lugar en el altar cívico del pueblo mexicano, este hombre a quien sus propios enemigos consideraban el más notable de la insurgencia, fue el líder militar más eficaz, más querido y más respetado de su tiempo.
Morelos gozó de una merecida fama, basada en la organización y eficacia de sus tropas, pero lo más trascendente de su trayectoria fue su proyecto de país, una república igualitaria y soberana gobernada no por caudillos sino por instituciones.
La perseverancia de Vicente Guerrero en los años de la insurgencia fue una hazaña memorable, se mantuvo firme en sus convicciones cuando pocos creían en él y sacrificó su papel en la historia por un bien mayor, la Independencia de México.
